El sector agrario constituye el 25% de la PEA ocupada del Perú y aporta
el 8% al PBI nacional[1]. El
Perú es un país megadiverso que abarca una gran variedad de ecosistemas
(climas, especies animales y vegetales) que lo diferencian del resto del mundo
y le asignan ventajas comparativas sobre los demás países de la Costa del
Pacifico[2],
que junto a otros factores, favorece la producción agrícola del país. Además de
ser una gran fuente de empleo, el sector agrario es también fuente de múltiples
peligros laborales con el potencial de generar accidentes y enfermedades
ocupacionales. Peligros tales como:
Sustancias químicas: Plaguicidas,
fertilizantes, combustibles, solventes, etc)
Microrganismos: bacterias,
hongos, protozoos,etc
Animales e insectos: serpientes,
zancudos, ratas y otros vectores de enfermedades endémicas.
Condiciones climáticas: frío,
calor, radiaciones solares, humedad, viento
Condiciones de empleo: migración,
aislamiento, incomunicación.
Disergonomía: Cargas por encima
de los límites manuales, posturas y movimientos repetitivos.
Entre otros. Además, el sector
agrario tiene una alta rotación de personal, es muy informal y los trabajadores
tienen escasos o pocos estudios. Sin embargo este sector no cuenta con una
regulación específica en temas de seguridad en salud en el trabajo y debido a lo aislado que son los campos
también es muy poco fiscalizado. Por eso en el Plan Nacional de SST 2014-2017,
aprobado por el Consejo Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo del Perú,
se coloca entre las líneas de acción del objetivo específico número 1, la
elaboración de un reglamento específico de SST para este sector prioritario.
Desde esta editorial esperamos que dicha norma se formule pronto y que se tomen
experiencias exitosas de países cercanos, tales como la argentina o la chilena.
Con la formulación de la norma sectorial de SST para las actividades agrícolas
se espera también una mejora en la productividad de este importante motor de la
economía peruana.
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